Me lo temía
jueves, junio 08, 2006
Por: Miguel Yances Peña. Columnista de El Universal de Cartagena.
Especial para Atrabilioso.
Uno de los actos de gobierno que más me gustó del Presidente hace cuatro años, fue cuando dijo que no iba a hacer crisis ministeriales para calmar los apetitos burocráticos, como era la costumbre: tres y hasta cuatro ministro en solo cuatro años. La oposición se dedicó entonces a tratar de tumbárselos y lo logró en algunos casos.
Recordemos que hace cuatro años Uribe llegó a la presidencia sin el respaldo de los partidos políticos; ni el del suyo, el liberal. Algunos partidos se le sumaron de manera oportunista, cuando su triunfo ya era inevitable.
En esta ocasión, sin embargo, hasta se crearon partidos con el propósito de ayudar a su elección, y ahora reclaman la autoría y los meritos, sabiendo que el triunfo del presidente se debe a él mismo y tiene que reclamarlo el pueblo, no cualquiera de los partidos que le apoyaron. Si de pasar cuentas de cobro se tratara, seria el pueblo el que deba pasársela a Uribe, y este a los congresistas y partidos que se cobijaron bajo su sombra.
La verdad es que el apoyo real que le darán esos partidos a las iniciativas del gobierno, dependerá ahora de otros factores –la repartición burocrática, por ejemplo- como empieza a vislumbrarse.
Los respaldos, produzcan o no votos, se cobran entre otras, porque aún se cree que los electores no tienen voluntad propia, sino que esperan que los gamonales políticos les digan por quien votar. Dije “aún se cree” porque me niego a creer, que los cincuenta o cien mil votos que haya sacado cualquier parlamentario en su propia elección, pueda trasladarlos al candidato (a presidente, gobernador o alcalde) de su preferencia. Si fuera así, se pondrían eliminar los procesos electorales, para que los parlamentarios elijan directamente a los gobernantes, como en los sistemas parlamentaristas.
Creo más bien que son vivezas de los políticos y de los partidos, que negocian prebendas personales con esas tulas de votos, y las conciencias de los electores, como si fueran bienes materiales o activos económicos.
El juego real es otro. Una vez en el Congreso con una posición de poder, aún hay quienes se dedican a negociar el respaldo a las iniciativas gubernamentales, ya no a cambio de los auxilios parlamentarios que desaparecieron con los consejos comunales de la presidencia, sino de posiciones burocráticas en el ejecutivo para los familiares o los amigos políticos, por medio de los cuales ampliar su cuota de influencia y de poder.
Espero pues que Uribe no sucumba en esta ocasión ante las presiones de quienes militan en esos partidos. Mi deseo es que siga con el mismo gabinete; uno que otro cambio (él sabrá cuales) para mejorar la gestión. Igual con los cargos en los que la “meritocracia” no aplique. En todos los demás, debería hacer uso de ese instrumento de selección que iguala las oportunidades, reduce la inequidad y le da transparencia al proceso e independencia al escogido.
Pero me temo que no será así; qué si no renueva la burocracia, y la reparte entre los lobos hambrientos de ella, no lo dejarán gobernar ni siquiera sus mismos aliados de oportunidad. Ese es el mundo real y aunque deseara que en este caso no fuera así, lo aterrizado es considerar que podría suceder.
En bien del país, creo que tocará darles comidilla burocratita sin perder el liderazgo –así sea con la excusa del cansancio, de sus colaboradores actuales, o cualquier otra- para poder sacar adelante los grandes temas de la nación, que esos, a diferencia de los cargos, si perdurarán.
Antes de emitir cualquier juicio, sobre lo que podría venirse, sería interesante que nos respondiéramos con honestidad, las siguientes preguntas: ¿Qué haría cada uno de nosotros en una situación similar? ¿Qué han hecho los presidente en toda la historia colombiana? ¿Qué haría cualquiera de los otros candidatos de haber ganado?
Especial para Atrabilioso.
Uno de los actos de gobierno que más me gustó del Presidente hace cuatro años, fue cuando dijo que no iba a hacer crisis ministeriales para calmar los apetitos burocráticos, como era la costumbre: tres y hasta cuatro ministro en solo cuatro años. La oposición se dedicó entonces a tratar de tumbárselos y lo logró en algunos casos.
Recordemos que hace cuatro años Uribe llegó a la presidencia sin el respaldo de los partidos políticos; ni el del suyo, el liberal. Algunos partidos se le sumaron de manera oportunista, cuando su triunfo ya era inevitable.
En esta ocasión, sin embargo, hasta se crearon partidos con el propósito de ayudar a su elección, y ahora reclaman la autoría y los meritos, sabiendo que el triunfo del presidente se debe a él mismo y tiene que reclamarlo el pueblo, no cualquiera de los partidos que le apoyaron. Si de pasar cuentas de cobro se tratara, seria el pueblo el que deba pasársela a Uribe, y este a los congresistas y partidos que se cobijaron bajo su sombra.
La verdad es que el apoyo real que le darán esos partidos a las iniciativas del gobierno, dependerá ahora de otros factores –la repartición burocrática, por ejemplo- como empieza a vislumbrarse.
Los respaldos, produzcan o no votos, se cobran entre otras, porque aún se cree que los electores no tienen voluntad propia, sino que esperan que los gamonales políticos les digan por quien votar. Dije “aún se cree” porque me niego a creer, que los cincuenta o cien mil votos que haya sacado cualquier parlamentario en su propia elección, pueda trasladarlos al candidato (a presidente, gobernador o alcalde) de su preferencia. Si fuera así, se pondrían eliminar los procesos electorales, para que los parlamentarios elijan directamente a los gobernantes, como en los sistemas parlamentaristas.
Creo más bien que son vivezas de los políticos y de los partidos, que negocian prebendas personales con esas tulas de votos, y las conciencias de los electores, como si fueran bienes materiales o activos económicos.
El juego real es otro. Una vez en el Congreso con una posición de poder, aún hay quienes se dedican a negociar el respaldo a las iniciativas gubernamentales, ya no a cambio de los auxilios parlamentarios que desaparecieron con los consejos comunales de la presidencia, sino de posiciones burocráticas en el ejecutivo para los familiares o los amigos políticos, por medio de los cuales ampliar su cuota de influencia y de poder.
Espero pues que Uribe no sucumba en esta ocasión ante las presiones de quienes militan en esos partidos. Mi deseo es que siga con el mismo gabinete; uno que otro cambio (él sabrá cuales) para mejorar la gestión. Igual con los cargos en los que la “meritocracia” no aplique. En todos los demás, debería hacer uso de ese instrumento de selección que iguala las oportunidades, reduce la inequidad y le da transparencia al proceso e independencia al escogido.
Pero me temo que no será así; qué si no renueva la burocracia, y la reparte entre los lobos hambrientos de ella, no lo dejarán gobernar ni siquiera sus mismos aliados de oportunidad. Ese es el mundo real y aunque deseara que en este caso no fuera así, lo aterrizado es considerar que podría suceder.
En bien del país, creo que tocará darles comidilla burocratita sin perder el liderazgo –así sea con la excusa del cansancio, de sus colaboradores actuales, o cualquier otra- para poder sacar adelante los grandes temas de la nación, que esos, a diferencia de los cargos, si perdurarán.
Antes de emitir cualquier juicio, sobre lo que podría venirse, sería interesante que nos respondiéramos con honestidad, las siguientes preguntas: ¿Qué haría cada uno de nosotros en una situación similar? ¿Qué han hecho los presidente en toda la historia colombiana? ¿Qué haría cualquiera de los otros candidatos de haber ganado?